para todos aquellos que no sabemos bien por qué nos sentimos solos y menos por qué desde siempre.

miércoles, 28 de diciembre de 2005

caracolas de bolsillo



sábado, 24 de diciembre de 2005

lo que fue

Te acuerdas, Felipe, te acuerdas cuando dejabas tu cabeza entre la cortina y la ventana de tu pieza, con tu pequeño cuerpo estirado sobre la cama, arrebatando la luz de la madrugada y convirtiendo ese ínfimo espacio en todo tu universo, deseando que no hubiera sino esa única realidad, borrando de un soplo la casa entera, mientras la luz revelaba la danza de millares de planetas de polvo iridiscente que de alguna forma, que no intentabas explicarte, parecían estar de tu lado, silbando una melodía, una canción de cuna que te hacía flotar y orbitar tú también junto a ellos. Te acuerdas, Felipe que dejabas tu mente casi vacía y te preguntabas si era realmente necesario correr la cortina y decir buenos días y decir leche y pelota y mamá. Recuerdas que hubieses cambiado todo por seguir habitando ese cosmos, porque intuías que del otro lado algo finalmente se trizaría y no habría nada que pudiera sanar ese dolor. Te acuerdas que mientras la danza de planetas burlaba el tiempo, tú comprendías que siempre estarías solo, que nada de lo que ocurriese en adelante alteraría la soledad que significaba saberse con un corazón derrotado. Pero qué íbamos a hacer, Felipín, había que correr esa cortina y echar a andar.

viernes, 23 de diciembre de 2005

inconvenientes

Era diciembre y los treinta grados que se precipitaban sobre Santiago hacían urgente la necesidad de bajarse un trago. Entré al bar con ese único fin, pero de alguna forma las cosas siempre se complican, una mirada indecisa, una señal equívoca, un movimiento torpe, y todo el plan, por simple y seguro que parezca se puede ir al carajo. Ese es el peligro más inminente de un bar, lo códigos del alcohol, esos que a veces no sabes cuando los has roto y entonces te ves envuelto en un problema. Y los problemas, en la cabeza de un borracho, adquieren una sobredimensión. Hay que estar alerta para no tropezar con los inconvenientes. Yo por lo general entro derecho a la barra y pido mi trago, no me quedo en la entrada mirando con aire indeciso o buscando algún rostro o una mesa vacía, no doy pie para transformarme en sospechoso. Es así que la mitad de las veces ni siquiera me he fijado en quien está sentado a mi lado. Ahora bien, esa vez fue el colmo, ya que el tipo que bebía una garza de cerveza rubia estaba vestido completamente de rojo. No creo que resista, me dijo cuando casi acabó de un trago la mitad de la garza. ¿Cómo dice? Es el calor, no creo que pueda resistirlo, tengo ganas de mandar todo a la mierda, eso debería hacer, quitarme este estúpido disfraz de viejo pascuero y volver a lo mío. Y si no es indiscreción ¿Qué es lo suyo? Es indiscreción, me dijo antes de acabar definitivamente con su cerveza. Volví a mi vaso, pensando en que debí quedarme callado, comprendiendo que había abierto una llave que no sería fácil de cerrar. El viejo le hizo una seña al barman y pronto tenía una segunda garza enfrente. ¿Quiere acompañarme al baño? ¿Cómo dice? Le digo que se pare y vaya conmigo hasta el baño. No, gracias, a mi me gustan las mujeres. A mí también, imbécil, le estoy apuntando con una pistola, así que es mejor que se pare y vayamos al baño. Miré la mano que no sostenía la garza y pude ver claramente la punta del cañón de una pistola asomada entre su panza y la barra. No dudé en pararme e ir hasta el baño. Todo fue muy rápido, le di la plata que tenía encima y luego el viejo me hizo desvestirme. El traje me quedaba como poncho, pero de todas maneras era mejor que haber tenido que salir desnudo. Me senté en la barra y acabé mi vodka. ¿Por qué le hablé? ¿Para qué responderle a un tipo que está vestido de viejo pascuero en la barra de un bar? Eso pensé antes de que una rubia de piernas largas y minifalda instalara su humanidad en la butaca del lado. Salud, viejito, me dijo, se te cayó la barba. Claro, y la panza también. Pero eres el pascuero más guapo que he visto este año. Gracias. ¿No me invitas un trago? Me encantaría, pero ni siquiera sé cómo pagar este, ¿Tienes un celular?. La rubia se paró y fue hacia el otro extremo de la barra, tenía unas piernas maravillosas. Se me acabó por fin el vodka. Luego el hielo, solo quedó la rodaja de limón como reloj de Dalí en el fondo.

miércoles, 21 de diciembre de 2005

para C

yo soy el taxista borracho que no logra volver a casa /
y siempre espera encontrar un signo /
ya lo hice una vez /
ahora soy el taxista borracho que habla con los neumáticos /
...que la tristeza te come los huesos y el amor se ahoga


para C



martes, 20 de diciembre de 2005

ellos rompen el mundo



Hacía mucho rato que quería darte este regalo, Boris, regalo fácil pues no son sino tus propias palabras, pero qué podía sino un terrón como yo al lado de toda tu espesura.

Ellos rompen el mundo En pequeños trocitos Ellos rompen el mundo A golpe de martillito Pero a mí me da lo mismo Me da lo mismo Bastante queda para mí Me queda bastante Me basta con amar Una plumita azul Un camino de arena Y un pájaro perezoso Me basta con amar Una delgada brizna de hierba Una gota de rocío Y un grillo del monte Ellos pueden romper el mundo En pequeños trocitos Bastante queda para mí Me queda bastante Tendré siempre un poco de aire Un hilillo de vida En el ojo algo de luz Y el viento en las ortigas E incluso, e incluso Si me meten en la carcel Bastante queda para mí Me queda bastante Me basta con amar Esta piedra pulida Estos ganchos de hierro Donde queda un poco de sangre La quiero y la quiero A la tabla de mi cama dura Al jergón y a la armadura Y el polvo en el sol Me gusta el ventanillo abierto Y los hombres que entran Que avanzan, que me llevan De nuevo a la vida del mundo Y a encontrar el color Me gustan esos largos montantes Ese cuchillo triangular Esos señores negramente vestidos Es mi día y estoy orgulloso Lo quiero y me gusta Esa panera llena de ruido Donde poso mi cabeza Oh, sí, la quiero convencido Me basta con amar

fragmentos de viaje I

Ella sueña. Sueña con un lago, un enorme lago en calma que en el exacto punto que conforma su centro hay un árbol y sobre él un niño. El niño no tiene ojos y tiene unos brazos muy largos, tan largos que le permiten hundir sus manos en el agua del lago y coger un pez al que luego le arranca la cabeza de un mordisco y arroja el resto de carne inerte al agua. Luego es ella quien está sobre el árbol, pero sus brazos no son largos. Ella mira las aguas del lago y se da cuenta que los peces la observan, detenidos, moviendo ligeramente sus cuerpos para mantener una adecuada línea de flotación, pero con los ojos puestos sobre esa figura humana que el contraluz del sol verifica claramente, aun cuando sus extremidades se confunden con las ramas del árbol. Ella intenta bajar del árbol, pero un movimiento torpe de su pie la hace desequilibrarse y caer sobre el pequeño margen de tierra donde las raíces se aferran en procura de sustento y agua. La caída la hace sobresaltarse y entonces despierta. Se avergüenza de ese repentino salto, adivinando que el tipo que está sentado a su lado se ha percatado de su acción, pero no, no ha sido así, ya sabemos que esos saltos que experimentamos en el sueño y que nos traen de vuelta a la vigilia, son sobredimensionados por quien los experimenta y, mayoritariamente inadvertidos por quienes creemos testigos de ellos. Aun así, incrédulos todos, buscamos desentendernos de lo experimentado y refugiados en desarticulados movimientos, que más que respuesta a algo concreto y o urgente que el cuerpo nos demanda son un claro elemento distractivo, volvemos la vista hacia un punto que, para quien esté del otro lado de nuestra conciencia, parecerá ser de mucho interés. Entonces ella, de vuelta del árbol del lago, toma su pelo con ambas manos y lo amarra con un pañuelo de seda azul y amarillo, para luego mirar detenidamente por la ventana y comprender que a pesar de observar una distante cordillera que en sus picachos más altos aun conserva nieve, su mente sigue girando sobre los ojos de centenares de peces plateados que la interrogan. Un extraño sueño, piensa mientras el vapor de su aliento empaña el vidrio de la ventana y ella siente un irresistible deseo de fumarse un cigarrillo. El tipo que está a su lado y que probablemente no advirtió el salto que le provocó a ella la caída desde árbol, se pone de pie y le deja vía libre para que ella acceda al pasillo y camine hasta el baño. Sentada en la taza metálica del baño enciende un cigarrillo con un fósforo y le da una larga y ansiada calada, obviando toda regla de buen fumador que sabe que la primera calada luego de usar un fósforo o cerilla, debe ser leve y sin aspirar para evitar consumir los restos de pólvora robados al fósforo. Qué extraño sueño, piensa.

viernes, 16 de diciembre de 2005

equilibrio


antes de pensarte siquiera

antes de que logre dibujar esa imagen que eres tú en mi cabeza

y colgarte una serie de nombres y palabras

y habitarte de rincones y extensiones

escuchando tu voz que no existe

por favor

antes de todo eso

déjame entibiar estos huesos

permíteme desentumecer mi alma vieja

y rodar ligero

hasta volver a armarme

martes, 13 de diciembre de 2005

dónde pongo lo hallado

te acuerdas que te hablé de esto antes

recuerdas que te dije: que no, que no es bueno hablar así

que luego las palabras se vuelven pájaros

y ya no es tu voz lo que suena ahí tan adentro

sino el eco de ese batir de alas

de esa metáfora que te desdibuja

pero no,

estás allí,

sacudiendo las sílabas

intentando saltar con los pies de plomo

buscándote en esos ojos

buceándote el sueño imposible que dejas allí

tan al alcance de la mano

te acuerdas, m e t i l e n o?

martes, 6 de diciembre de 2005

canción

estoy sentado en un porche, viendo un perro que escarba la basura, ha cogido un pedazo de pollo y lo masca con hambre de náufrago. en realidad no estoy sentado en un porche viendo esa escena, pero da igual, es como si estuviera allí, ¿por qué? porque sí, porque hay tardes en las que no haces nada y ahí te agarra esa ansiedad por un porche. te digo esto: búscate un porche y mira sin esperanza, verás que te cae un perro y ya puedes narrar algo. así que ahí está ese perro con el pollo en el hocico. ñam. ñam ñam. ¿cómo hacen con la tierra que les queda en la lengua luego que lamen el suelo en procura de no desperdiciar miga alguna? prendo un purito y echo el humo con parsimonia, sabiéndome dueño del tiempo, sabiéndome dueño de nada. el perro se largó y el basurero está tirado. ahora es una mujer con un pañuelo en la cabeza. lleva un vestido ajustado y tiene unas tetas enormes. ya se va la mujer y sus tetas, siguió de largo, entró por derecha y salió por izquierda, todo un clásico. me pregunto quién será el dueño de esas tetas. te digo esto, búscate un porche y mira la vida pasar, pero no esperes nada. no te digas: ojalá pasara algo extraordinario. toda la gracia de estar sentado en un porche es justamente eso y este sol de primavera que entibia las baldosas de mi porche. si no te vas al cine o te metes miedo y te encierras a oscuras en el subterráneo o llamas por cobrar a los ángeles y hablas con lynch acerca de por qué anda con una oreja humana en el bolsillo. lo que sí puedes hacer en el porche es escribir canciones, eso se da bien. bob dylan me lo dijo un día: felipe, si quieres hacer buenas canciones, búscate un porche. así que una vez que las tetas y la dueña de ellas desaparecieron por izquierda me dije: voy a escribir la canción de un pollo tragado sin delicadeza.

lunes, 5 de diciembre de 2005

fragmentos de viaje

De vuelta sobre la carretera, el bus cruza a toda velocidad esas inmensas moles de fierro que unen las perfectas fronteras del cauce de un río, orgullo de un ingeniero del que probablemente nadie en el bus sabe su nombre a excepción del tipo que antes de la detención en el restaurante pensaba seriamente si el motivo de su viaje era producto de una huida y que, luego de haber tenido el tiempo considerable para llegar a una conclusión, por lo menos mínimamente aceptable, ha decidido que no, que no huye de nada, por lo que ahora en su mente sólo cobija un nombre, el nombre de un ingeniero que ha construido un monumental viaducto. Lastarria, dice el tipo que ya no huye y mira por la ventana el lecho del río Malleco que desciende desde Los Andes hacia el Pacífico, ajeno a los avatares humanos y las peleas de los ingenieros chilenos con los constructores franceses. Y si entonces no huye, piensa el único pasajero que ha recordado el nombre del ingeniero Lastarria, cuál es el motivo que lo mantiene en viaje hacia el sur. Sabe que existe una mujer, una mujer que lo ha abandonado y que allí, como dijera Jagger, donde había un corazón sólo hay un enorme forado. Entonces no huye, pues nadie huye de la pena, no hay forma de hacerlo sin enfrentarla. Tomo este bus para sentirme en viaje, para creer que hay un futuro, para pensar que necesariamente voy a llegar a un punto determinado, porque lo hay, porque este bus tendrá que detenerse, piensa él con los ojos fijos en el lecho del río que corre diminuto hacia el mar.

viernes, 2 de diciembre de 2005

¿Por qué uno escribe?

¿Por qué uno escribe? ¿Existe realmente un fin único en el ejercicio de narrar? El otro día me preguntaba eso. No. La otra noche discutía con mi amiga Fátima acerca de eso. Mi amiga Fátima es asertiva –muy- No te deja pasar una, no dobla el brazo, no tiene un arsenal de frases como: “Te lo digo en buena” o “Igual te entiendo”. Lejos de eso. Ella va al frente. Extrae de ti el guerrero dopado que alguna vez fuiste. Entonces, ¿Por qué uno escribe?, la pregunta quedó dando bote entre ella y yo. Ella dijo que para comunicar algo que es indispensable que tenga un receptor. Yo, no. Yo no dije eso. Yo pienso que uno escribe porque necesita habitar mundos. ¿Por qué uno escribe?