para todos aquellos que no sabemos bien por qué nos sentimos solos y menos por qué desde siempre.

martes, 20 de diciembre de 2005

fragmentos de viaje I

Ella sueña. Sueña con un lago, un enorme lago en calma que en el exacto punto que conforma su centro hay un árbol y sobre él un niño. El niño no tiene ojos y tiene unos brazos muy largos, tan largos que le permiten hundir sus manos en el agua del lago y coger un pez al que luego le arranca la cabeza de un mordisco y arroja el resto de carne inerte al agua. Luego es ella quien está sobre el árbol, pero sus brazos no son largos. Ella mira las aguas del lago y se da cuenta que los peces la observan, detenidos, moviendo ligeramente sus cuerpos para mantener una adecuada línea de flotación, pero con los ojos puestos sobre esa figura humana que el contraluz del sol verifica claramente, aun cuando sus extremidades se confunden con las ramas del árbol. Ella intenta bajar del árbol, pero un movimiento torpe de su pie la hace desequilibrarse y caer sobre el pequeño margen de tierra donde las raíces se aferran en procura de sustento y agua. La caída la hace sobresaltarse y entonces despierta. Se avergüenza de ese repentino salto, adivinando que el tipo que está sentado a su lado se ha percatado de su acción, pero no, no ha sido así, ya sabemos que esos saltos que experimentamos en el sueño y que nos traen de vuelta a la vigilia, son sobredimensionados por quien los experimenta y, mayoritariamente inadvertidos por quienes creemos testigos de ellos. Aun así, incrédulos todos, buscamos desentendernos de lo experimentado y refugiados en desarticulados movimientos, que más que respuesta a algo concreto y o urgente que el cuerpo nos demanda son un claro elemento distractivo, volvemos la vista hacia un punto que, para quien esté del otro lado de nuestra conciencia, parecerá ser de mucho interés. Entonces ella, de vuelta del árbol del lago, toma su pelo con ambas manos y lo amarra con un pañuelo de seda azul y amarillo, para luego mirar detenidamente por la ventana y comprender que a pesar de observar una distante cordillera que en sus picachos más altos aun conserva nieve, su mente sigue girando sobre los ojos de centenares de peces plateados que la interrogan. Un extraño sueño, piensa mientras el vapor de su aliento empaña el vidrio de la ventana y ella siente un irresistible deseo de fumarse un cigarrillo. El tipo que está a su lado y que probablemente no advirtió el salto que le provocó a ella la caída desde árbol, se pone de pie y le deja vía libre para que ella acceda al pasillo y camine hasta el baño. Sentada en la taza metálica del baño enciende un cigarrillo con un fósforo y le da una larga y ansiada calada, obviando toda regla de buen fumador que sabe que la primera calada luego de usar un fósforo o cerilla, debe ser leve y sin aspirar para evitar consumir los restos de pólvora robados al fósforo. Qué extraño sueño, piensa.

1 Comments:

Blogger Cpunto said...

ella volvió a su asiento y seguramente sacó un papel y escribió algo como, eleva el mentón y mira, que hay niños de largos brazos, y peces plateados y lagos y árboles, y todo todo es la foto que guardarás en la cabeza , un poco más adelante, tal vez mañana,

diciembre 21, 2005 4:26 a. m.

 

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