para todos aquellos que no sabemos bien por qué nos sentimos solos y menos por qué desde siempre.

martes, 28 de junio de 2005

el vapor de las palabras

jerónimo piensa que las nubes dicen cosas. que no es mero azar que aquellas monumentales piezas celestiales desarrollen tal variedad de mutaciones con el único fin de dibujar en el cielo. él piensa esto: las nubes necesariamente dicen cosas y es menester nuestro descubrir la fórmula adecuada para dar con el significado de esas figuras. jerónimo tiene esta teoría y gasta enorme cantidad de su tiempo en profundizar acerca del fenómeno. le entusiasma la sola posibilidad de mirar al cielo. jerónimo no es de barcos. él más que barcos observa aviones y más que aviones observa nubes. él piensa que ha podido develar el significado de una centena de movimientos que se han repetido irregularmente por un lapsus de tiempo uniforme y en determinadas estaciones temporales. para ello guarda en el bolsillo interior de su chaqueta un pequeño cuaderno en el que anota los acontecimientos que considera importantes de recordar con posterioridad (que es la única forma de dar cabida a un recuerdo). mutación de pez a conejo: posibilidad de aguacero. mutación de trapecio a círculo: mejor dormir. mutación de árbol a camello: día inclaudicable. jerónimo escribe día inclaudicable con un sentido que sólo él sabe. ¿se puede comprender un día inclaudicable por que no piensa dejar de ser día? o por el contrario ¿se podría sobrentender que el que no claudicará durante ese determinado día ante quién sabe cuál misión, será precisamente él, o sea jerónimo y no el propio día? mutación de perro a cascada: sol californiano. mutación de perro a lagarto: sol belga. todas la anotaciones son realizadas con un lápiz de pluma y una tinta violácea. todas ellas con una caligrafía estilizada, levemente inclinada hacia la derecha. cuando jerónimo escribe no puede dejar de recordar a su madre, de quien heredó la tendencia a inclinar las letras hacia la derecha, e inevitablemente deja de ver las nubes. es solo un segundo, pero suficiente para atravesar cualquier espesura que el cielo interponga entre él y su madre. según jerónimo, el lugar más apropiado para observar el lenguaje de las nubes es una colina que se eleva apenas sobre los techos de las casas del pueblo, pero que sin embargo goza de una extraordinaria luz que permite distinguir con nitidez suprema la más mínima alteración de una nube, por más lejana que ella se encuentre. es allí donde jerónimo se tiende sobre la hierba y examina el cielo en procura de palabras. cuando comprende que el significado de una mutación de esas masas de vapor acuoso podría derivar en algo extraordinario, se incorpora y anota una breve descripción de la mutación. cúmulonimbus de gran tamaño se desprende de su corona y realiza una singular voltereta. cirrus altos y deslavados permanecen un largo tiempo sin mutar, para luego, en una acción veloz, transformarse en un cardumen de sardinas ciegas. estas acciones descritas por jerónimo son por el momento sólo apuntes para tomar en consideración cuando el evento se repita en el cielo una cantidad significativa de veces, legitimando la primitiva especulación. los días en que jerónimo no mira el cielo los dedica a pasar en limpio sus apuntes a un gran libro de tapas de cuero titulado “El vapor de las palabras” en el que ha ilustrado cada evento. con la espalda inclinada y unas gafas con molduras de carey, jerónimo dibuja las grandes nubes antes y después de su inmediata mutación. en la página siguiente escribe el significado de ella, luego cierra el libro, sale al patio trasero de su casa y toma un puñado de tierra que sostiene con fuerza entre los dedos, esto último solo para conseguir un cierto equilibrio, un orden espacial de ubicuidad, porque, piensa él, no se puede estar todo el tiempo con la mente en las nubes, es necesario bajar hacia la cáscara y sentir la presión, esa que nos sostiene adheridos al planeta.