para todos aquellos que no sabemos bien por qué nos sentimos solos y menos por qué desde siempre.

martes, 28 de febrero de 2006

memorias de un señor que alguna vez amó

en la sorda sustancia que se alimenta de mi pena

en los gestos desesperados que no logro articular

en todo ese paisaje nauseabundo que no es sino tu ausencia

aun sigo levantando piedras

aun los ojos bien abiertos respirando las calles vacías

nos fuimos tan de golpe

que ni los perros encuentran
el rastro

sábado, 18 de febrero de 2006

fragmentos de viaje III


Sentado frente a una estrecha barra que da a los estacionamientos y a la misma carretera por la que minutos atrás y montado en un bus se dirige hacia la casa de su hermano, este hombre de bigotes masca lentamente un bocado del sándwich de carne y palta que ahora, por pocos segundos descansará en el plato, antes de volver a ser llevado hasta su boca, tiñendo de verde los extremos del bigote. Mira desatendidamente el tránsito de autos y camiones que se desplazan de norte a sur y de sur a norte, mientras en su cabeza se aloja el recuerdo de otros tiempos, cuando sus días de infancia en Valdivia eran una permanente aventura en la que él y su hermano menor, quien ahora lo espera para arreglar unos trámites de herencia, urgidos ante la inminente pérdida de una madre que agoniza, orillaban la rivera del río Calle-Calle buscando gusanos para enganchar en sus anzuelos y atrapar carpas y pejerreyes. ¿Y por qué no? Recordará también la tarde en que decidieron internarse en un bosque nativo y fueron perseguidos hasta extenuarse por un jabalí, y el consiguiente castigo que la demora del regreso a casa les acarreó. Recordará que su madre, la que ahora fallece tendida sobre una inmensa cama de roble, era de pocos cariños y que invariablemente optaba por dar crédito a las versiones de extraños ante las súplicas de ellos que reclamaban su derecho a la verdad. Mocosos del demonio, maldecía ella y los correazos daban fin a cualquier defensa. Pero como todo cuento tiene su contraparte y por mucho que se insista en lo contrario, toda moneda tiene dos caras, existió el día en que aquella mujer, severa, autoritaria y llevada a su idea, se puso del lado de ellos y sacó a escopetazos a un vecino que traía a los muchachos de las orejas luego que los descubriera apedreando a sus chanchos. Qué pudo importar que apenas el vecino se retirara, maldiciendo a su madre y sus parientes, mientras los perdigones silbaban en sus oídos, la furia de aquella madre se apropiara una vez más del cinturón y descargara numerosos golpes en las piernas de ambos. Por una vez en la vida ella estuvo de su parte. Vaya con su carácter, alcanzó a decir, esta vez en voz alta, el tipo de bigotes antes de llevarse a la boca el último trozo de sándwich, limpiar su boca con una servilleta de papel blanco y luego tomar un largo trago de cerveza. Se pone de pie y sale hacia el estacionamiento para estirar las piernas. Extrae un cigarrillo del bolsillo de su camisa y lo enciende. Suelta el humo en una larga exhalación y éste se desarma apenas entra en contacto con el aire exterior. La mujer que circunstancialmente ha salido del restaurante junto a él le pide fuego. Le pregunta hacia dónde va y él le dice que a Valdivia. Ella le dice que no conoce Valdivia. Es una hermosa ciudad. Lamento no conocerla. Pero usted es una mujer joven, ya tendrá oportunidad. No sé, a veces morimos con tantas promesas incompletas. Bueno, eso es cierto, pero es mejor que lo piense en vida y no desde el otro patio. He tenido un sueño extraño en el bus, un sueño de peces. ¿Qué peces? No lo sé, cualquier pez. Todos los peces son diferentes y supongo que soñar con sierras no es lo mismo que hacerlo con angulas o bien carpas, dorados, congrios. Pejerreyes. ¿Pejerreyes? Sí, he soñado con cientos de pejerreyes que me miraban por debajo del agua. Bueno, el número no es significativo, me refiero a que sean cientos, pues se trata de un pez que vive en cardúmenes, más extraño hubiese sido que fuera un solo pejerrey quien la mirara. Había un niño encaramado a un árbol que les arrancaba la cabeza y luego los arrojaba devuelta al agua. Los niños hacen esas cosas, llamémoslas travesuras. ¿No le parece un sueño extraño? Sí, me parece un sueño extraño.