para todos aquellos que no sabemos bien por qué nos sentimos solos y menos por qué desde siempre.

lunes, 3 de enero de 2011

la voz

Sentado en el baño, bajó la mirada y se dio cuenta de que la maleta ya no estaba. Todo se estaba cumpliendo al pie de la letra y eso le hacía sentirse más confiado, aunque claro, no era una situación para nada confiable. La voz había dicho que mientras las cosas sucedieran tal cual ellos las planificaran, nada malo ocurriría. Por el contrario, el más pequeño de los errores mandaría todo al carajo. Carajo, repitió casi en un susurro y suspiró mirando el enchapado blanco de la puerta del baño, luego la punta de sus zapatos negros que se asomaban como dos barcos por debajo de los pantalones arrugados contra el suelo. ¿Qué más había dicho la voz? Espere, no haga otra cosa, no salga del baño, no hable con nadie. El silencio del baño se interrumpió de pronto. Alguien abría la puerta y caminaba en dirección a los orinales. Pudo escuchar el ruido de la orina golpeando la goma e incluso el suspiro de satisfacción del hombre al evacuar. Estimó, por la profundidad del suspiro, que aquel tipo podía haber estado aguantando las ganas de orinar hacía un buen rato, tal vez angustiado en una reunión en el bar del aeropuerto, quizás manejando su auto o bien en medio de una larga fila para chequear su pasaje. Luego fueron otras voces la que animaron el ambiente del baño.
-Te lo digo, hombre, vas a quedar en la calle, ella no te va dejar tranquilo hasta que no te revientes en el suelo.
-Exageras, Úrsula no es de esa clase de mujeres, además están los niños.
-Los niños son garantía para ella, no para ti.
-Ah, no seas alarmista.
-Todavía falta una hora para abordar ¿Vamos a tomar algo?
-Vamos, me muero por una cerveza.
Nuevamente el silencio cómplice lo devolvía a su papel en el plan de la voz. Había que seguir esperando una señal que él desconocía, pero que sería inequívoca. Pensó un instante en que aquellos dos sujetos que acababan de salir del baño y que ahora se dirigían hacia el bar, podían haber dicho algo que fuese esa señal, pero no, nada de lo que escuchó le pareció así. Por su parte no conocía a nadie llamada Úrsula y la palabra cerveza no le pareció ninguna posibilidad de aviso. Otra vez el silencio y la pared blanca. Pudo escuchar el sonido de su reloj, incluso algunas voces que provenían del exterior, las mismas que aumentaban considerablemente cuando alguien abría la puerta del baño. ¿Por qué la voz no le había dicho exactamente cuál sería la señal? ¿Qué más daba? El dinero ya debería estar, probablemente, en un portamaletas rumbo a un lugar insospechado, incluso para todos los sabuesos que la brigada había desplegado por el aeropuerto.
-Te digo que fue así, hombre.
-¿Estás seguro de lo que dices?
-Eran tres puertas y el tipo sólo tenía que escoger una, te das cuenta, una de tres, no es nada tan difícil.
-¡Un millón de euros!
-Así fue.
Cuando la puerta volvió a cerrase y las voces exteriores se transformaron en un murmullo inefable, el hombre miró por última vez la punta de sus zapatos negros y se puso de pie. Salió del habitáculo y miró las dos puertas que seguían a la suya. No había ninguna razón para decidirse por una u otra, lo mismo pudo pensar el tipo que se ganó el millón de euros, pensó el hombre antes de escoger la tercera puerta y abrirla con decisión. Su hija tenía puesta una cinta adhesiva en la boca y estaba amarrada por cuerdas a la taza del escusado.

viernes, 4 de junio de 2010

horizontes

la mano le tiembla y apenas sostiene el lápiz
es la décima frase que tacha con delgadas líneas que atraviesan cada palabra
guillotinando su significado
se ha propuesto escribir ese poema
a ratos siente que algo brota desde un lugar inimaginable
pero no se apresura en llamarle alma
cree que esos versos son ráfagas de aire milenario que se cuelan hasta su boca
y que desfilan sobre el papel buscando calma
porque eso es lo que él mismo añora
mirar horizontes

lunes, 5 de abril de 2010

masticando una idea estúpida

dejaste ese poema a medias sobre la mesa y te echaste a andar
no recordabas las palabras
solo un cenicero repleto de colillas inmundas y una rodaja de limón
que te hizo pensar en un reloj de dalí
eso fue lo que sucedió
segundos antes de que abandonaras las palabras
que desistieras de reinventar el mundo
y esa voz que parecía decidida a llenar páginas con su tinta inmortal
se viera forzada a enmudecer
a sacarse los zapatos y esperar
así fue que caminaste hasta el final de esa calle
miraste los edificios y sus ventanas indescifrables
las nubes que parecían no encontrar su forma
te quedaste atorado en esa esquina
junto a tu voz muda
adivinando el rumor de un montón de palabras perdidas
masticando una idea estúpida
que no vas a concretar

martes, 22 de septiembre de 2009

promesas

te decía que no me sale
que olvidé eso de imaginarte con palabras
que he comenzado a deshilvanar cada verbo con que te moldeé
y esta historia que vive retrocediendo
no es sino el abismo delante de mis pies
la promesa que se desdibuja
como tantas otras
que no por viejas acaban de dañar

viernes, 26 de junio de 2009

peces

entre los espacios que dejan esas tablas enmohecidas
el hombre puede ver los peces
camina lento
para no dar un paso en falso
tal vez los peces lo adviertan
vean una sombra que aparece y desaparece
y tengan algún intercambio de impresiones
-eso puede estar sucediendo- piensa el hombre
ahora detenido
ahora mirando el horizonte
calculando una distancia imaginaria
desprovista de todo significado
-cuántos peces cubrirían una línea recta desde este muelle hasta ese horizonte-
nada sorprendente
nada que cualquiera que esté detenido en el extremo de un muelle no haría
vaciarse de palabras
recorrer extensas praderas oceánicas revelando misterios insignificantes
mientras esa voz
tu propia voz
insiste en preguntar por ti

lunes, 22 de junio de 2009

morgue

¿Tienes una coartada?
-preguntó el muerto al cadáver bajo la sábana.
Sí, estaba vivo.

martes, 16 de junio de 2009

desde el fondo parece luna

el poeta ha caído a un profundo pozo
sus palabras yacen muertas en el suelo húmedo y oscuro
sólo una de ellas logra esquivar el golpe
y se queda prendida de su boca
susurrando un significado
apenas perceptible
pero no hay nadie allí
solo el poeta
que no alcanza a comprender
qué es esa voz que atraviesa la luna

lunes, 8 de junio de 2009

rada

he aquí el barco
y las aguas que lo sostienen

manchas de aceite jugueteando contra su casco
restos de materia descompuesta decorando la rada
gritos de gaviotas histéricas
marinos de chaquetas de mezclilla parados en la cubierta de sus lanchones
anunciando viajes express

he aquí la mujer
y la ventana que la encuadra

ropa húmeda que cuelga de alambres oxidados
pasillos oscuros donde los gritos parecen pájaros
muros golpeados de viento y sal
dedos entrelazados presionando huesos
como si ese gesto impidiera que el tiempo avance

he aquí el dolor
y los corazones que lo habitan

la mano se agita levemente
anunciando la retirada
la ventana está vacía
las aguas se aquietan
la espuma se funde

miércoles, 15 de abril de 2009

canción de hombre enamorado

todas esas historias
que a veces pareces divisar muy atrás
en el patio de una casa que habitaste
entre las celosías que desempolvaste con un paño amarillo vuelto café
devorado por el mismo tiempo que tú
bajo las nubes que te llovieron
bajo los soles que entibiaron tus venas
a través de ventanas ajenas y propias
todas esas historias
que te atrapan en ese espacio
que no es sino tiempo
no son más que las cicatrices que surcan tus manos
no son sino el vapor que exhala tu boca
todas esas historias
son tus ojos
el profundo océano de tus ojos
donde me animo a naufragar

lunes, 30 de marzo de 2009

canción triste

se pone esa chaqueta oscura y vuelve a salir,
mira al sol de reojo y hace una mueca extraña,
como diciendo: y tú qué.
hace años que hace esa misma mueca,
no por ello dejó de ser extraña,
no por ello el sol se oculta cuando él decide salir,
tampoco su sombra ha olvidado seguirle el paso.

piensa que debió morir mucho antes,
pero insiste en vivir,
a pesar de esos poemas que garabatea
sentado en baños públicos,
a pesar de esas canciones,
tristes canciones que apenas susurran desde vinilos rescatados de una mudanza,
como otro gemido más,
como otra mueca más.

se quita la chaqueta y se sienta a la mesa,
aparta unas migas y verifica las vetas de la madera que aun se resisten al wetproof
lía algo de tabaco y fuma despreocupado,
el humo suspendido flota sin resistencia,
ninguna brisa refigura su anatomía,
la habitación está en silencio,
el álbum de fotos descansa en la repisa,
la flor seca en el jarrón,
afuera, en los pasillos mal iluminados, alguien habla en una lengua extraña,
“el lenguaje es un virus”, piensa,
pero no es una frase de él,
hubo de escucharla años atrás,
mucho antes que el sol se volviera inoportuno
y que sus ojos se acostumbraran a la penumbra.

jueves, 19 de marzo de 2009

hamburgo

todos esos trozos de cristal meciéndose en el aire
hasta helar cada palabra
sí,
esa nieve deteniendo el pulso
esos días de andar despacio
robándole segundos a cada reloj
porque era así que sentíamos
¿no?
tan en blanco y negro

martes, 16 de diciembre de 2008

dorothy y todas esas nubes que nos quieren hablar y no decimos nada por pudor

Se había detenido sin ninguna razón aparente, tal vez motivado por algún pensamiento que hubiese cruzado su mente. En todo caso se trataba de un pensamiento que no registró, que se ahogó sin más. A esa hora, las cuatro de la mañana, la plaza se encontraba absolutamente vacía. Los columpios estaban detenidos y sólo las hojas, empujadas por la brisa del verano, le daban una cierta vitalidad a aquel paisaje. Extrajo un cigarrillo del bolsillo interior de su chaqueta y lo encendió con un fósforo que luego arrojó al suelo. Soltó el humo con parsimonia, observando la quietud del lugar y comparándola con el caos que se gestaba en su mente. “¿Cuántas ideas cruzan mi cabeza mientras observo tan sólo un instante ese columpio detenido?” se dijo antes de volver la vista hacia una silueta en la que no había deparado.

-¿No cree que las plazas son extrañas a esta hora? –le dijo la mujer sentada a unos metros del hombre en un escaño de metal y listones de madera.

-¿Disculpe?

-Es como si no tuvieran ninguna utilidad. ¿Ha estado en un parque de diversiones cerrado?

-No, no recuerdo.

-Es extraño, debe ser lo más parecido a la muerte, si es que en ella permanecen estas imágenes. ¿Es usted creyente?

-No, para nada.

-Mi esposo murió hace tres años, sabe, perdió el control de su auto y se estrelló contra un muro a más de cien kilómetros por hora.

-Lo siento.

-Cuando tuve que identificar su cuerpo solo les pedí que me mostraran sus manos. Tenía unas manos muy bellas, los dedos largos y finos, podría haber sido pianista, pero no tenía oído para la música, le daba igual qué música escuchar, rock, folk, clásica, para él era lo mismo; en fin, tomé sus manos, frías, distantes, podría decirse que ya no eran sus manos, sólo las extremidades de un cadáver. De todas formas era él, no necesité ver más. No quise ver más. Firmé unos papeles y salí de allí corriendo. Casi no recuerdo el funeral, fue todo tan rápido y violento que supongo que algún mecanismo de defensa se activó para mitigar el dolor y enviar lo más lejos posible todas esas imágenes. Luego me encerré en mi casa por tres meses.

-¿Qué hizo después, digo, luego que salió por fin de su casa?

-Él había tomado un seguro de vida. Me dejó una importante suma de dinero. No tuve que preocuparme por otra cosa que no fuera salir del vacío que habitaba. Desde entonces busco el sosiego.

-Bueno, este es un lugar bastante sosegado, pero no deja de ser deprimente.

-El parque de diversiones vacío me produjo la misma sensación que las manos de mi esposo muerto. La inutilidad de esas inmensas estructuras detenidas era algo que me producía mucho espanto.

-Entiendo. ¿Y usted es creyente?

-No tengo una respuesta clara a esa pregunta. Por lo menos no he encontrado el sosiego en ninguna religión.

-¿Y en las plazas desiertas?

La mujer lo miró un instante, luego miró en distintas direcciones, como si buscara una respuesta imposible en cada rincón de la plaza. No era una mujer bella, pero tenía lo suyo, digamos que de cierta manera encantaba. Se hizo a un lado y ofreció asiento al hombre, que a hasta ese momento se mantenía en la misma posición en que se había detenido sin razón aparente. El hombre aplastó la colilla de su cigarrillo contra la grava de la plaza y se sentó junto a la mujer. Estuvieron un rato callados, ambos mirando hacia esa plaza vacía. Cualquiera que hubiese pasado por ahí habría pensado, con toda razón, que ellos formaban una pareja, una de tantas parejas que busca una explicación a lo que les ocurre, como si esa respuesta estuviera flotando en algún punto inexacto, como si ella fuera un espectro que de un momento a otro toma forma y aparece, por detrás de un arbusto, en la copa de un árbol o colgando de una estrella. Porque una gran cantidad de las parejas no saben realmente qué es el amor, menos aún cómo llevarlo a cuestas, y entonces, como los drogadictos, solo saben de su carencia, de la necesidad imperiosa de clavarse la jeringa que contiene el amor. Pero no, ya sabemos, ellos no son pareja, son dos extraños que han coincidido en una plaza vacía a las cuatro de la mañana. Ella buscando el sosiego. Él con un caos de ideas en su cabeza.

-Esta vez no he llegado hasta aquí por sosiego, es solo que no he podido dormir, he estado dando vueltas por la cama sin lograr pegar un ojo. ¿Ha tenido usted la sensación de que el tiempo avanza y uno permanece detenido, como si nuestros pies estuvieran a unos centímetros sobre el suelo?

-Tal vez la he tenido, pero no recuerdo exactamente el motivo.

-Usted no recuerda muchas cosas.

-La verdad es que me paso la mitad del tiempo intentando olvidar.

-¿Por qué?

-No soy feliz, tengo todo para serlo, sin embargo siempre tengo la sensación de estar arrastrando algo muy pesado, soy como un pescador que tira de una ballena atrapada en su anzuelo, tiene carne para vivir dos vidas, pero no logra llevarla a casa.

-¿Y por qué no la deja? ¿Por qué no corta el sedal?

-No es fácil, sabe, la mitad del tiempo estamos persiguiendo algo que no sabemos exactamente qué es, de igual forma seguimos avanzando, no nos dejamos claudicar tan fácilmente, ¿por qué habría de hacerlo ahora que tengo el pez por la boca?

-No sé, tal vez simplemente porque no le apetece ese pez.

El hombre pensó responder, pero no encontró una respuesta válida. Se sintió atrapado y prefirió buscar refugio en las luces de un edificio que se alzaba en medio de toda esa oscuridad. Era uno de esos edificios enormes, de aquellos que tienen una recepción de hotel de cinco estrellas. “Toda esa gente”, pensó el hombre, “todas esas mentes girando alrededor de un sueño que en muchos casos podría parecerse al mío”.

-¿No cree usted -dijo por fin el hombre, mirando hacia lo alto. -que en ese edificio podría haber un buen número de personas que nos solucionarían la mitad de nuestras penas?

-Si no creyera en eso no saldría de mi casa. Todo el sosiego que busco, claramente, no se encuentra al interior de mi hogar.

-Muy cerca de esta plaza, tal vez a no más de dos o tres manzanas hay un tipo que vende flores, flores de todo el mundo. Cuando llega con su carro cargado de flores puede resultar un gran espectáculo. Incluso hay niños que lo siguen por varias cuadras recogiendo las flores que caen. A veces, cuando tengo una pena, voy hasta su florería y compro alguna para quitarme esa pena. Si por el contrario, tengo una inmensa alegría, voy hasta allá y lo abrazo. Ni siquiera sé su nombre, nunca se lo he preguntado, no es nada premeditado, debo suponer que es parte de nuestro lenguaje, un código sin palabras, solo gestos que verifican nuestro ánimo, más bien mi ánimo, pues él, la mayor parte del tiempo está contento. Sonríe ante la menor provocación. Puede ser un gato que cruza la calle. A veces el sol. Otras puede ser la lluvia que hace correr a un sujeto con el paraguas volteado. Cuando él recibe mi abrazo no me dice nada, se limita a presionar las yemas de sus dedos contra mis omóplatos y esperar con paciencia a que yo afloje la presión. Nos despedimos con el mismo silencio que nos recibimos. Luego llego a mi casa y anoto en un cuaderno, una especie de diario que escribo de tanto en tanto, una nueva marca en el registro de abrazos o en la cuenta de flores.

-¿Para qué?

-Porque no quiero morirme de pena. Porque siempre deseo comprar menos flores que abrazos.

-Es que no tiene sentido.

-Tampoco lo tiene esta plaza vacía. Menos el parque de diversiones y todos esos espectros. Menos aún el recuerdo de unas manos muertas.

-¿Usted cree que soy patética?

-Sí, es usted patética. –dijo el hombre que se detuvo sin razón a aparente.

-Usted es el patético, un tipo que anota records de abrazos y flores en un cuaderno es lo más patético que he visto en mi vida.

-Más aun, un tipo que cree que todas esas luces que dibujan ese edificio pueden guardar el misterio de su propia vida. Qué le puedo decir, debiera cantar “somewhere over the rainbow”.

-Debiéramos hacer un coro, usted no lo haría mal de hombre de hojalata.

-Creo que más bien soy el león cobarde.

-No. Alguien que registra sus penas y alegrías no puede ser un cobarde.

-Un patético sí.

-Sí. –dijo la mujer, detenida en una ventana que pronto apagó su luz.

jueves, 13 de noviembre de 2008

blues (o ícaro camina desnudo en el aeropuerto)

tú me estás buscando, pero miras en la dirección equivocada

yo perdí el vuelo y habito en aeropuertos tristes

tengo mis dedos aferrados a un ticket vencido

y la rodaja de limón se arruga en el fondo del vaso

tú estás hablando de tus sueños, y yo beso el cristal

hay aviones girando alrededor de una torre

mientras la maleta sigue junto a mis pies

y los hielos se desvanecen, lentos y finales

esa canción de la que tanto hablamos

suena en mis oídos como el eco sordo

de una boca llena de peces

como el nombre de las aerolíneas

que me desembarcan

día tras día

vuelo tras vuelo

martes, 11 de noviembre de 2008

postal

Existe un parque, una pequeña plaza en la que descansa un perro y un anciano que busca algo que no recuerda, pero que a ratos se parece a la nostalgia. Perro, dice el anciano, y éste mueve sus orejas. Es un día extraño, Perro, hoy casi he recordado el incidente ese. He visto la puerta abrirse y percibí el olor de las flores secas. Vi el mantel de plástico y el jarrón roto donde estaban las flores. Luego me senté en esa silla de madera y apoyé las palmas en mis muslos. Vi los dibujos del mantel y la servilleta doblada cuidadosamente en tres partes. No podría encontrar las palabras que expresasen con total claridad qué es lo que en definitiva vi o sentí. No podría hacerlo, Perro, pero te digo que estuve a un tris de recordar. El perro vuelve a bajar sus orejas y apoya el hocico en una de sus patas delanteras. El viejo sonríe, mientras escarba en sus bolsillos hasta encontrar un cigarrillo a medias. Al otro lado de la plaza alguien canta una canción de amor. Más allá se ven las chimeneas de la fábrica de ladrillos.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

fantasma

Tiene las manos vacías. La mente vacía. No mira hacia ningún lado. Más bien mira, pero no ve. No ve ni la pileta por la que brota un agua cristalina ni las aves que beben de ella. Tiene el sueño detenido en un punto incierto, adherido a una pesada ancla que se hunde en un suelo pantanoso. Sus manos se unen en un pequeño nido que atesora una inmensa palabra. Suspira. Se pone de pie y camina. Las aves lo ignoran. También las nubes.

martes, 4 de noviembre de 2008

algo ocurrió

esto no es un poema ni un artefacto literario, es sólo que mi blog sufrió un percance
y ahora ha vuelto a la vida, es eso, sólo eso.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

a pedido

me han pedido la cueca

que nadie escribió nunca,

la mujer hizo una mueca,

y mi mente quedó trunca,

me han pedido la cueca.


viajo por las rendijas,

de mi golpeada mente

con la idea fija,

de hacerla inteligente.


(zapateo)

palabras lindas, sí,

miro pa’dentro

ojalá que achunte

justo en el centro


toma esta flor preciosa

beso tu boca.


es difícil encontrar luz

mientras me tapan el cielo

pero no soy el avestruz

con la cabeza en el suelo


yo veo hasta el mismo sol

donde otros son ciegos

no tenga duda mi amor

que yo canto y no pego


(zapateo)

palabras lindas, sí,

con la guitarra

pago esta deuda, sí

me voy de farra


que excavación profunda

no se confunda.

martes, 19 de agosto de 2008

síntomas suicidas



bajas las escaleras

como arrancando de algo que se te hace imposible comprender

vas dejando atrás

uno a uno los peldaños sucios

las puertas desteñidas

números

papeles

mientras

lejanamente

como una voz que articula un lenguaje incierto

comprendes que no sabes por qué corres

menos aun

por qué no puedes detenerte

sigues descendiendo

dejando atrás tan solo una nube

la imagen de una nube

llegas hasta la entrada del viejo edificio

te detienes luego de empujar la puerta

respiras agitadamente

un perro vago te interroga

la silueta de una cúpula se dibuja casi con precisión

recuerdas

no sabes por qué

algo que ocurrió mucho tiempo atrás

lo desestimas

das esos breves pasos hasta el borde de la calle

luego no sabes qué hacer

no encuentras la voz que

segundos atrás

te hizo correr

te miras sorprendido

te miras sin reconocer siquiera tu propia boca

vez que todas las palabras que dijiste

hasta ahora

vuelan como una bandada que huye ante el imprevisto

te sostienes sobre esa cornisa

adherido a ella con garras de pájaro

quieres hablar

quieres decir cosas

buscas un motivo para no dar ese paso

entonces das vueltas sobre tu calesita

rehaces cada movimiento

cada peldaño descolorido

cada muro descascarado

cierras la puerta tras tu espalda

te sientas en la cama y aprietas con furia el cubrecamas

descansas la vista en la pared

has descubierto otra vez esa fotografía

has visto el rostro de los mismos parientes sonreír ante el lente

te has vuelto a llenar de todo ese aire


después de unos segundos quieres volver a bajar

jueves, 24 de julio de 2008

speaker´s corner


este hombre habla cosas inconexas

sus palabras flotan en el aire

como pájaros ciegos se arremolinan sobre su cabeza

la gente pasa a su lado sin prestarle atención

el hombre podría estar mudo

podría desaparecer

podría jugar con paraguas de colores

es sólo un hombre que no distingue el agua

una voz de sílabas torpes

pero no es más que una cuestión de tiempo

de un momento a otro esos pájaros vuelven a revolotear

y sacuden sus inefables vestidos

luego ves cómo esas voces cantan

y el hombre entero se estremece

“yo soy la voz que parió el amor

soy el beso que brotó de una flor”

entonces el hombre se detiene

vuelve sus pasos y se pierde entre la gente

miércoles, 2 de julio de 2008

iceberg

El hombre está cansado. Ha lustrado sus zapatos y los ha dejado bajo la cama. Sentado en ella mira las puntas de los zapatos asomarse un par de centímetros. Brillan. El hombre, cansado, apoya las manos en el cubrecama y siente la textura de los nudos de la lana, luego recuerda, no sabe bien por qué, que un día conoció el mar, un día lejano, pero que, como un iceberg que se desprende del macizo de hielo, ha llegado flotando hasta su pecera. Un día fui al mar, piensa el hombre. Luego la pared de la pieza y unas flores secas que no sabe cuando llegaron allí, ni menos quién las trajo. Los nudos de la lana no se asemejan a la arena. El cuarto de la pieza no huele a sal. No hay ninguna brisa marítima que se cuele por la ventana. Un día fue hasta la orilla del mar y vio cómo las gaviotas soltaban desde el aire las machas para se abrieran. Había sol y otros niños que se arremangaban los pantalones y corrían con los pies desnudos por la parte húmeda de la arena. Su padre lo había llevado hasta el mar. Compraron un balde y una pala. Más tarde, cuando el sol casi se perdía en la línea horizontal, se subieron al bus que los regresaría hasta la ciudad. Pero antes hubo de tirar la arena y las conchas que había recogido con su pala y que llevaba con orgullo en el balde, no fuera cosa que manchara los asientos y se vieran metidos en algún lío que el padre no supiera resolver. Volvió a mirar la punta de sus zapatos lustrados y, mientras presionaba levemente con la yema de sus dedos los nudos de la lana, alcanzó a recordar el viento que humedeció sus mejillas y el sonido de las aguas que iban y volvían hasta sus pies. Su padre no le dejó sacarse los zapatos como los otros niños, no había que arriesgar un resfriado. En el mar, pensó el hombre, los zapatos son un estorbo.

lunes, 9 de junio de 2008

postal de invierno

Sentado en una rústica silla de madera que antiguamente fue del color de la misma y que ahora, con varias capas de pintura, simula una decoloración propia del desgaste de los años, el hombre mira atento la copa de vino tinto y piensa: Estoy viendo una copa de vino tinto sobre una mesa de madera pintada de blanco. La mujer mira a su vez la misma copa de vino y piensa: Hace más de treinta años que lo veo mirar una copa de vino, incluso cuando esta mesa tenía el color original de la madera con que fue construida, antes que el tiempo se volviera denso y los días fuesen la arena que desciende, grano a grano hacia la bóveda de vidrio. Desde la ventana se ve el parque cubierto de nieve y algunos niños que se divierten arrojándose bolas de nieve. La leña de la estufa se parte cada tanto por efecto del fuego y emite un ruido como de fractura. El hombre toma la copa y bebe un pequeño sorbo de vino. La mujer mira hacia la ventana. Un trozo de leña se parte y golpea la pared de fierro de la estufa.

-Ha caído mucha nieve este invierno.

-Sí.-dice la mujer y una oleada de tiempo muerto sacude su cabeza.

lunes, 19 de mayo de 2008

Cansado de dibujar soles en cielos rasos


Cansado de dibujar soles en cielos rasos

ahogado de ventanas ciegas

fumando cigarrillos inmundos

ese hombre sabe que más allá de esos muros

alguien guarda un papel en su bolsillo

atesora un nombre

y reza una triste canción

todas esas mañanas que nunca acaban de amanecer

ese hombre sabe eso

luego sueña despierto mientras la luz desciende

y las sombras del patio interior suben lentas e indiferentes

sueña con una calle

con semáforos

y gente que camina hacia sus hogares

sueña con alguien que lee un trozo de papel

y lo vuelve a esconder en su bolsillo

sueña que esos versos cierran el círculo de su soledad

que esos versos besan su propia boca

lunes, 31 de marzo de 2008

camino

siempre busqué refugio
la mitad de las veces en una canción
el resto del tiempo
caminé sobre piedras calientes

miércoles, 5 de marzo de 2008


La cabeza apoyada contra la ventana del Airbus. Los ojos puestos sobre esas nubes que se extienden sin descanso hasta cubrir la totalidad del espacio que alcanza a divisar. En su mano derecha un whisky. La boca dibujando las últimas palabras que dejó, casi ahogadas, en la loza del aeropuerto. Mariela, se dice, cansada de repetir nombres en aeropuertos, amar es ponerle nombre a esas tontas nubes. El respaldo del tipo del frente se inclina. La azafata vuelve a rellenar su vaso de whisky. La frazada huele a humedad. Diez mil metros más abajo alguien sostiene el volante de un auto y mira por el espejo retrovisor la fachada de un aeropuerto que no tiene deseos de dejar.

miércoles, 2 de enero de 2008

canciones


Durante mucho tiempo creí que las canciones resolverían algo, que necesariamente el misterio -esa oscuridad que no había forma de transformar- sería revelado por un mensaje entre líneas de alguna de las cientos de canciones que no paraba de escuchar. Luego comprendí que estaba en lo cierto, aun cuando ni esa canción ni ese mensaje dieron señal alguna de que el milagro estaba parido. Simplemente comprendí que aferrarme a una promesa era la única madera que soportaría lo contrario. Ahora escribo canciones y, claro, dejé de pagar facturas.

jueves, 27 de diciembre de 2007

sábado por la tarde, allá lejos


arrastraba los pies para limpiar la memoria de mis zapatos

gritaba en silencio

rogando que en el asfalto

(adheridos al alquitrán)

desembarcaran todos tus rostros

tus bocas

tus ojos

que ni el más débil sueño

se aferrara a mis botas

así iba yo

así sonaba mi canción:

y el rumor viajaba por mis venas como un sonido de entrañas

como un llanto de ballena ciega

que desanda océanos

rozando de tanto en tanto

el casco de un barco cargado de turistas

viernes, 30 de noviembre de 2007

autopista desnuda



aun así
advertido de la inalcanzable distancia
deletreo tu nombre
y beso esa fotografía en la que ni siquiera estás
que ni papel en mis manos
la autopista desnuda
y las nubes cómplices de todo este silencio
en la gran catedral que la tristeza arroja

viernes, 9 de noviembre de 2007

promesa


Siempre hay una promesa, por más mínimo que sea el desplazamiento, por más ínfima que sea la distancia que llegues a recorrer, siempre hay una promesa de algo mejor. La mitad de las veces terminas pensando que debiste quedarte donde estabas, que al fin y al cabo no estabas tan mal allí. Pero no, ahí está esa maldita promesa que te hace creer que tu vida puede ser mejor, que necesariamente B tendrá todo lo que A te ha negado. Así que ahí estaba yo, pasándome esa promesa de una mano a la otra y mirando la boca del túnel como un niño de siete años que teme a la oscuridad. Aun me quedaban algunos minutos antes de embarcarme, así que me dejé arrastrar hacia el bar del aeropuerto con la esperanza de olvidar la promesa y volver a casa en un taxi. Me senté junto a la barra y pedí un vodka tónica. El barman limpiaba una coctelera de metal y echaba cada tanto rato una mirada a un televisor que estaba adosado al muro, por sobre las botellas. Transmitían una vieja película de Mickey Rooney, una de esas de pandillas y niños malos y otros menos malos o tal vez más bobos, no sé.

-Es Mickey Rooney- le dije al barman.

-¿Quién?

-El tipo ese, el rubio con cuerpo de enano.

-No lo conozco.

-No importa, debe estar muerto o en AA.

El barman volvió a mirar la tele y luego siguió con la limpieza de la coctelera. Por los parlantes, con esas voces indescifrables, anunciaban el embarque de un vuelo de KLM hacia Ámsterdam. No era el mío, mi promesa estaba más cerca. Mi promesa era una playa de Brasil y una mujer llamada Lucía. Nos conocimos en el verano. Llevábamos seis meses hablando por Messenger y mandándonos e-mails, incluso cuando no teníamos nada nuevo que contarnos, incluso en blanco, en fin, estábamos enganchados.

-¿Le importa si cambio la tele?

-Si quiere la apaga, amigo.

-Digo, por lo del Mickey...

-Rooney, Mickey Rooney.

-Claro.

-Que se joda Mickey Rooney.

El barman cambió el canal y yo le di un largo trago a mi vodka, dejando que los hielos golpearan levemente mi labio superior y pensando en todos los vodka tónica que me he tomado. Luego se sentó a mi izquierda un tipo bajo y de espaldas anchas que pidió una cerveza y devoró un sándwich de miga, en lo que yo pensé, se trataba de un record mundial de velocidad.

-¿A dónde viaja, amigo?

-A Brasil.

-Yo voy a Kentucky, tengo negocios allá.

-Ajá.

-Insumos agrícolas.

-Bien, eso debe dejar plata ¿no?

-Así es, amigo. ¿Por qué viaja a Brasil?

-No lo sé, supongo que estoy enamorado.

-Ah, se trata de una mujer. Mala cosa, muchas promesas.

-¿Usted cree? –le digo casi aferrándome a la posibilidad real de subirme a un taxi.

-Yo lo hice, luego estuve un año en terapia, llegué a odiar todo lo que se relacionara con mujeres, casi me volví marica, me salvó que ellos parecen más mujeres todavía. No vaya a Brasil.

Fue lo último que alcanzó a decir antes de correr con su bolso y sus anchas espaldas de peso medio para embarcarse a Kentucky. Pensé que lo decía en serio, que debía olvidar todo y volver a mi departamento, subir los pies a la mesa de centro y bajarme tranquilo un segundo vodka, después de todo qué podíamos tener en común Lucía y yo. Luego ya no pensé.

-¿Estás bien?

-Sí, no pasa nada, el avión se movió mucho y además venía una delegación de boy scouts que no pararon de cantar, fue horrible.

-Pobrecito -me dijo ella pasando su mano por mi cabeza y desordenando mi pelo.

-¿Mickey Rooney murió?

-¿Quién?

-No, nadie, no importa.

lunes, 5 de noviembre de 2007

platónico

Ya te odiaba.
Mucho antes de que mi boca articulara la frase
y que mi corazón sintiera el relámpago
Te odiaba como se odia lo inalcanzable

lunes, 29 de octubre de 2007

amor breve

Un bello día para despertar
Y besar sus párpados dormidos
Y saber que al final del día
Habitaré ese sueño nuevamente