para todos aquellos que no sabemos bien por qué nos sentimos solos y menos por qué desde siempre.

miércoles, 2 de julio de 2008

iceberg

El hombre está cansado. Ha lustrado sus zapatos y los ha dejado bajo la cama. Sentado en ella mira las puntas de los zapatos asomarse un par de centímetros. Brillan. El hombre, cansado, apoya las manos en el cubrecama y siente la textura de los nudos de la lana, luego recuerda, no sabe bien por qué, que un día conoció el mar, un día lejano, pero que, como un iceberg que se desprende del macizo de hielo, ha llegado flotando hasta su pecera. Un día fui al mar, piensa el hombre. Luego la pared de la pieza y unas flores secas que no sabe cuando llegaron allí, ni menos quién las trajo. Los nudos de la lana no se asemejan a la arena. El cuarto de la pieza no huele a sal. No hay ninguna brisa marítima que se cuele por la ventana. Un día fue hasta la orilla del mar y vio cómo las gaviotas soltaban desde el aire las machas para se abrieran. Había sol y otros niños que se arremangaban los pantalones y corrían con los pies desnudos por la parte húmeda de la arena. Su padre lo había llevado hasta el mar. Compraron un balde y una pala. Más tarde, cuando el sol casi se perdía en la línea horizontal, se subieron al bus que los regresaría hasta la ciudad. Pero antes hubo de tirar la arena y las conchas que había recogido con su pala y que llevaba con orgullo en el balde, no fuera cosa que manchara los asientos y se vieran metidos en algún lío que el padre no supiera resolver. Volvió a mirar la punta de sus zapatos lustrados y, mientras presionaba levemente con la yema de sus dedos los nudos de la lana, alcanzó a recordar el viento que humedeció sus mejillas y el sonido de las aguas que iban y volvían hasta sus pies. Su padre no le dejó sacarse los zapatos como los otros niños, no había que arriesgar un resfriado. En el mar, pensó el hombre, los zapatos son un estorbo.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Los recuerdos a veces suelen sentirse tan reales que nos olvidamos que son recuerdos. Aquel hombre que miraba sus zapatos lustrados, y palpaba el cubrecamas en un instante reflotó sonrisas y frios.

Saludos desde Córdoba.

Muy bueno tú blog y ya pertenece a mis links selectos.

julio 02, 2008 3:09 p. m.

 
Blogger metileno said...

pues, gracias y siga participando!

julio 03, 2008 12:57 a. m.

 
Anonymous Anónimo said...

de nada, la elección es lo único que tenemos y nos hace distintos. Saludos.

julio 04, 2008 5:21 p. m.

 
Blogger Cpunto said...

los zapatos siempre lo son, pero eso de traer un recuerdo a punta del roce es tan bonito, sobre todo si es de tan antes, sobre todo si es con el mar a cuestas,

julio 18, 2008 6:37 a. m.

 

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