viernes, 30 de noviembre de 2007
viernes, 9 de noviembre de 2007
promesa

Siempre hay una promesa, por más mínimo que sea el desplazamiento, por más ínfima que sea la distancia que llegues a recorrer, siempre hay una promesa de algo mejor. La mitad de las veces terminas pensando que debiste quedarte donde estabas, que al fin y al cabo no estabas tan mal allí. Pero no, ahí está esa maldita promesa que te hace creer que tu vida puede ser mejor, que necesariamente B tendrá todo lo que A te ha negado. Así que ahí estaba yo, pasándome esa promesa de una mano a la otra y mirando la boca del túnel como un niño de siete años que teme a
-Es Mickey Rooney- le dije al barman.
-¿Quién?
-El tipo ese, el rubio con cuerpo de enano.
-No lo conozco.
-No importa, debe estar muerto o en AA.
El barman volvió a mirar la tele y luego siguió con la limpieza de
-¿Le importa si cambio la tele?
-Si quiere la apaga, amigo.
-Digo, por lo del Mickey...
-Rooney, Mickey Rooney.
-Claro.
-Que se joda Mickey Rooney.
El barman cambió el canal y yo le di un largo trago a mi vodka, dejando que los hielos golpearan levemente mi labio superior y pensando en todos los vodka tónica que me he tomado. Luego se sentó a mi izquierda un tipo bajo y de espaldas anchas que pidió una cerveza y devoró un sándwich de miga, en lo que yo pensé, se trataba de un record mundial de velocidad.
-¿A dónde viaja, amigo?
-A Brasil.
-Yo voy a Kentucky, tengo negocios allá.
-Ajá.
-Insumos agrícolas.
-Bien, eso debe dejar plata ¿no?
-Así es, amigo. ¿Por qué viaja a Brasil?
-No lo sé, supongo que estoy enamorado.
-Ah, se trata de una mujer. Mala cosa, muchas promesas.
-¿Usted cree? –le digo casi aferrándome a la posibilidad real de subirme a un taxi.
-Yo lo hice, luego estuve un año en terapia, llegué a odiar todo lo que se relacionara con mujeres, casi me volví marica, me salvó que ellos parecen más mujeres todavía. No vaya a Brasil.
Fue lo último que alcanzó a decir antes de correr con su bolso y sus anchas espaldas de peso medio para embarcarse a Kentucky. Pensé que lo decía en serio, que debía olvidar todo y volver a mi departamento, subir los pies a la mesa de centro y bajarme tranquilo un segundo vodka, después de todo qué podíamos tener en común Lucía y yo. Luego ya no pensé.
-¿Estás bien?
-Sí, no pasa nada, el avión se movió mucho y además venía una delegación de boy scouts que no pararon de cantar, fue horrible.
-Pobrecito -me dijo ella pasando su mano por mi cabeza y desordenando mi pelo.
-¿Mickey Rooney murió?
-¿Quién?
-No, nadie, no importa.