para todos aquellos que no sabemos bien por qué nos sentimos solos y menos por qué desde siempre.

miércoles, 23 de noviembre de 2005

memorias de un feo

El hecho fortuito –debiera decir infortunado- de que yo sea así, no es más que eso, un accidente de la naturaleza, un embrión inquieto que pudo haberse golpeado contra la pared uterina, una mala combinación cromosomática, un óvulo malhumorado, vaya uno a saber. Nadie que se considere hermoso se cuestiona el hecho de serlo, así que no veo yo por qué motivo tengo que estar todo el tiempo respondiéndome esta incógnita. Soy feo y ya está. ¿Qué me va costar conseguir novia? Por favor, tengo treintaicinco años y lo más cercano a un romance que he tenido fue una perra cocker spaniel que me lamía los pies para despertarme. De pendejo me aferraba a creer que todo cambiaría en algún momento, que mi historia sería similar a la del popular patito, sin embargo mi fealdad fue en ascenso, en cada cumpleaños que celebraba con un amigo, sólo uno y siempre el mismo, feo, casi tan feo como yo, me daba cuenta que mi cara era más horrible que el año anterior. Después de los dieciocho años, cuando ya ni el acné podía servirme de excusa, perdí definitivamente cualquier esperanza de que mi rostro sufriera alguna mutación favorable. Ese día, frente al espejo del baño, me dije: Martín, vas a tener que batírtelas con esta aberración, así que piensa bien qué cosa puedes hacer en la vida sin necesidad de dar la cara o te convertirás en el hombre del cambucho o en la bestia sin ninguna bella. Como toda mi niñez no fue sino un constante aislamiento, había adquirido la costumbre de garabatear en un diario de vida mi desgracia, así que la decisión de convertirme en escritor fue rápida. Eso sí, con pseudónimo y sin foto. Por supuesto que lo primero que escribí fue una autobiografía de ese especialmente triste episodio de mi vida. Lo más noble que me dijeron fue que mi padre ponía la foto de otro niño en su billetera o que mi madre, luego de verme aparecer entre sus piernas, no sabía si quedarse conmigo o con la placenta. Reconozco un buen chiste, pero no era el caso, odié cada una de esas bromas, estoicamente, como buen feo que soy. Los niños pueden ser muy crueles, pero los adultos somos peores, hacemos lo mismo, pero por detrás, solapadamente. O sea que una vez que abandoné la niñez mi vida no fue mejor, la seguí habitando en el mismo sótano y con el mismo y único amigo. Que el mundo es de los bellos está claro y más claro aun es para un feo que jamás podrá convertirse en bello, por más que se pase un año entero en la clínica de Pitanguí, metiéndose bótox y silicona hasta debajo de la lengua. Ni siquiera el dinero te transforma en bello, porque la mujer que se case contigo lo hará por interés, ni en la mitad de un orgasmo te dirá “Míjito rico”. Así es ser feo. La primera decepción se la llevaron mis padres, el resto de ellas me las sigo bancando. No me quejo, sólo te expongo lo que significa ser feo y no cuajar gráficamente en el mundo. En este mundo. Bello mundo.

3 Comments:

Blogger Cpunto said...

anda perdido ud sr feo, perdido y lastimado que como no le van a decir mijito rico y le soplen el oìdo de un beso que la feura se borra de un plumazo que ud no sabe que la palabra encanta perturba deja la tendalá,
C.

noviembre 24, 2005 4:54 a. m.

 
Blogger Moumon said...

Porqué me senti tan identificao????

julio 29, 2006 1:36 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

..sencillamente...feo..
......¡hermoso!.
........jajajajaja.....--
........¡¡¡¡què bien contado!!!!! ;)
.................GRACIAS.. :) mil o tres

septiembre 10, 2006 1:09 a. m.

 

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